jueves, agosto 31, 2006

La Lacería o el tambien llamado " tasir "


"Os ha venido de Allah una Luz, una Escritura clara, por medio de la cual Allah dirige a quienes buscan satisfacerle por caminos de paz y les saca, con Su permiso, de las tinieblas a la luz y les dirige a una vía recta".
(Corán, 5-15,16)



Forma y recuerdo


Si en el desarrollo del tauriq hemos podido ver la metáfora visual de la creación, la fuerza expansiva generada en lo uno único y la exhuberancia de la naturaleza, también hemos aludido al intelecto como medio que tiene el ser humano para encontrar sentido en la creación. Ese intelecto —Aql— ve la sucesión del día y la noche, de la oscuridad y la luz, no sólo como signos del mundo de las criaturas, sino también de las cualidades y atributos del creador. En la sura Al Mulk, el Señorío, nos dice el Qur’an:


"... no hallarás el menor fallo en la creación del Más Misericordioso. Mira de nuevo: ¿puedes ver alguna fisura? Si, mira de nuevo, una y otra vez: y cada vez tu vista volverá a ti, deslumbrada y realmente vencida..."
(Corán, 67- 3,4)


Ese mundo de perfección, que no se expresa de manera evidente en la naturaleza —por sus cualidades de apariencia, contingencia y finitud— puede encontrarse sugerido en el universo simbólico de la Matemática y de la Geometría, herramientas de una abstracción que no tiene por qué referirse al mundo de las cosas sensibles, pero que se apoya en ese mundo a través de nuestros sentidos.


Formas puras que no sólo nos hablan de sí mismas sino que aluden a cualidades universales a las que puede acceder la conciencia, y que son conciencia en definitiva. El profesor Rudolph Arnheim ha acuñado el concepto de "pensamiento visual"[1] , aludiendo con ello al universo de las ideas-forma. Esta concepción no es nueva ni mucho menos. La meditación a través de un mandala aprovecha el poder sugestivo que una forma tiene, para ampliar los límites de la conciencia.


Ya Kandinsky había hablado del perfume y del sonido encerrados en estas formas puras, de esa vibración espiritual que comunica a quien las contempla algo de su naturaleza primordial, ya que la geometría de líneas rectas alude a conceptos abstractos y universales, puede sugerirnos cualidades genéricas y mostrarnos gráficamente las estructuras esenciales. Ya vimos cómo el tauriq naturalista surgía de una primera estructura vertical y recta.


También es posible recorrer el camino inverso. A partir de los signos contenidos en la creación, puede el ser humano acceder a la geometría profunda, a ese esqueleto que buscaba Cezánne y que tanto han contemplado los artistas constructivos del viejo siglo XX. La geometría de lo recto se convierte entonces en un sistema formal que nos lleva de nuevo a nuestro principio. Es la conciencia del regreso al punto de partida, a la realidad única, hacia esa estructura ausente, inabarcable e incognoscible que sustenta la creación.


En el islam, esa vocación de retorno se llama Dikr —Recuerdo—. El musulmán hace dikr mencionando los nombres de Allah, alabando Sus cualidades, trayendo así a su corazón los latidos de lo Único, las vibraciones de Sus atributos. Letanías interminables que en la repetición disuelven toda diferencia. Lo diverso, repetido sin fin, señala así una eternidad sumiéndose en un continuo uniforme.


La recitación nos cuenta cómo Allah mandó a Ibrahim —Abraham—, la paz sea con él, que construyera un santuario en el valle de Bekka. Señaló el lugar específico y la forma exacta que había de tener. Esta forma es el cubo —Kaaba, en árabe— y es el punto de referencia espacial al que han de retornar los musulmanes en su peregrinación, en su devenir existencial. Forma paradigmática y esencial que muestra la estructura básica del espacio, sus direcciones fundamentales. Un cubo vacío que puede llegar a contenerlo todo y a generarlo todo, y cuyo desarrollo multidireccional construye un universo poblado de vacío, sólo estructurado formalmente, sin materialidad. Este paradigma formal espacial tiene su correspondencia en el plano. El cuadrado se convierte así en la Forma, en la propia estructura del plano básico, como ya advirtieron Malevitch, Kandinsky, Mondrian y tantos otros.


De la misma manera que la naturaleza de la geometría no-descriptiva anula las asociaciones finitas disolviendo los hechos y anécdotas particulares, la circunvalación de la Kaaba limpia al peregrino de las adherencias —imágenes, ideas y recuerdos— que ha llegado a adquirir a su paso por este mundo. La conciencia se mira a sí misma y se da cuenta de la naturaleza ilusoria de los hechos, de los accidentes y de la biografía. Ante las rectas aristas del cubo sucumben ansiedades y angustias, pensamientos y sueños. En su esquina oriental, la Piedra Negra se ha teñido secularmente de oscuridad con los errores de los hombres. De todos los lugares de la tierra llegan los seres humanos con sus vidas torcidas por la existencia, y la Kaaba les recuerda el molde, la rectitud, la perfección, devolviéndolos nuevamente al mundo, limpios de asociación, libres de shirk. Una humana galaxia circunvala la Casa ininterrumpidamente desde los tiempos de Ibrahim, la paz sea con él, como una comunidad que retorna a su origen, atraída por un irresistible imán.


Volvemos a comprobar aquí que el universo de las formas puras es el reflejo visual y conceptual de lo divino que hay en este mundo, de los atributos y cualidades universales reflejadas en la creación. El tastir —literalmente "geometría de las líneas rectas"— trasciende el mero carácter decorativo u ornamental para ser herramienta del pensamiento trascendental, lenguaje de una experiencia intelectual elevada, háqiqa o discurso de la realidad.


Si el tauriq era ante todo expansión y crecimiento, el tastir es contracción y regreso. Si el tauriq nos habla de la creación, el tastir alude a los atributos del creador. Si uno nos muestra lo visible, otro nos conduce a lo oculto. Ya hemos visto cómo el tauriq acaba siendo la herramienta desenmascaradora de lo creado, que nos muestra que todo aquello que vemos está abocado al cambio y a la muerte. El tastir, por el contrario, trata de mostrarnos lo invariable, lo que subyace, las huellas del creador en la creación, aquello que siempre nos aparece como igual a sí mismo, lo estructural. El tauriq expresa las formas sensibles de esta vida material en expansión —Dunia—, el tastir alude sutilmente a la otra vida —Ájira—, a la existencia intelectual y espiritual.


Como ya advirtieron muchos artistas del siglo XX, para llegar a tener un conocimiento de lo abstracto es necesario usar medios abstractos de expresión. La tradición unitaria ha sabido esto desde hace milenios y esa es la razón por la que sus artistas se han servido de soportes anicónicos y han usado secularmente la geometría como medio de expresión artística. Ya dijimos que el islam recoge la herencia científica del mundo griego a través del Helenismo. Además de estos elementos, el arte hispanomusulmán asume los conocimientos geométricos de los iraníes. La palabra árabe ‘al handasa’ —Geometría— tiene raíz persa. La Geometría de Euclides y las concepciones de Pitágoras encajan muy bien con la sensibilidad intelectual de los musulmanes. La Aritmética llegará de oriente, de Irán y de los Siddhantas de la India.


Según la clasificación de las ciencias realizada por Ibn Sina —Avicena— la Aritmética y la Geometría son ciencias intermedias entre la superior —Teología— y la inferior —Física. Dentro de ese terreno intermedio las considera ciencias puras frente a las aplicadas: Cálculo, medidas, etc. El conocimiento de los números y de las formas geométricas implica el acceso al mundo imaginal —`alam al Mizal, Mundus Imaginalis— de lo simbólico, el retorno al mundo espiritual que es la cuna de toda criatura, su matriz existencial.


Si el tauriq alcanza su apogeo en Al Ándalus durante el esplendor político, cultural y material del califato, símbolo del Mulk —el mundo, el reino, la creación—, el tastir aparece profusamente más tarde, en la azulejería nasrí de Al Hamrra. El artista del tastir granadino ha podido contemplar los muros derruidos de Az Zahra y la maleza invadiendo los antiguos espacios califales. Tiene ya en su memoria los signos necesarios para entender:


"¿Es que no ven a cuántas generaciones precedentes hemos hecho perecer? Les habíamos dado poderío en la tierra como no os hemos dado a vosotros".
(Corán, 6-6)


Una vez el árbol ha crecido hasta alcanzar su esplendor nos regala su fruto. Un fruto que es alimento y, al mismo tiempo, contiene en su profundidad a la semilla, la estructura original, la memoria de su ser en el mundo. El artista del tastir nasrí quiere incrustar en los lienzos interiores del hábitat aquello que no debe olvidar el creyente, aquellas puras estructuras que le hacen recordar su principio. Esta semilla guarda los significados, las potencialidades creadoras a un nivel microcósmico, donde los segmentos son relativamente pequeños para la visión humana. En ese microcosmos la curva existencial no tiene la longitud necesaria para desvelar su finitud y su recurrencia, y por lo tanto aparece ante nuestros ojos como una línea recta. Si en el capítulo anterior dijimos que el tauriq expresa la primera parte de la Shahada: "La illaha...", es decir "no existen iconos, dioses ni nada...", el tastir la completa en su parte afirmativa: "illa Allah.", "excepto Allah, la Realidad Única": "la illaha illa Allah!"


Si observamos algunos ejemplos de tastir, comprobamos que su construcción, al contrario de lo que ocurre en el tauriq, se desarrolla de afuera hacia adentro, buscando un centro inalcanzable puesto que toda línea material tiene grosor y el punto no tiene dimensión material ninguna. A partir de los cuatro lados y las cuatro esquinas del plano se desarrolla una red en torno al centro geométrico. Sobre esta urdimbre básica se trazan las líneas concretas del diseño, las incontables variaciones que es capaz de generar una estructura tan abierta. Este diseño afecta a toda la superficie e interacciona con el espacio exterior, con el muro y con el edificio.


El artista explicita el grosor de la línea para enfatizar el hecho de que se trata ya de una geometría materializada, devuelta por el intelecto al mundo sensible. Por ello puede contener color, limitar zonas de color o inducir a otras percepciones. Las posibilidades formales a partir de la trama básica son ilimitadas. Si de ahí pasamos a las posibles combinaciones e inducciones cromáticas nuestra mente se pierde. La geometría del tastir muestra un abismo tan vasto que aniquila nuestra racionalidad llevándonos a un estado de conciencia profundamente meditativo, a la trascendencia de cualquier dualidad o particularidad. La forma implica pensamiento y percepción. El estado de esta meditación es el del dikr —Recuerdo— de la estructura original y ausente, que no llega jamás a ser alcanzada por nuestro intelecto.


Forma repetida hasta el infinito, sin asomo de cese, de anécdota, de articulación diferente a ella misma, como si fuese una letanía visual que alcanzara su identidad en la repetición, en la recurrencia. Nuestra mente se pierde, la estructura no: sigue ahí cada vez que la miramos, recordándonos aquello que permanece siempre idéntico a sí mismo. La alternancia entre aquello que permanece invariable y nuestra mente cambiante nos hace ver a nuestro propio intelecto mirándose al espejo de la conciencia trascendental, una conciencia que nos desvela la finitud de todo pensamiento concreto, de cualquier imagen, su carácter polar y limitado.


Recordemos a Malevitch con su Cuadrado Blanco sobre fondo blanco, cómo en esta obra el espacio y el objeto comparten una misma forma cuadrada y cómo, para expresar el movimiento de la conciencia, el cuadrado se alza suavemente inclinándose hacia la izquierda en un intento claro de diferenciarse de la superficie y de la línea, quedándonos tan sólo su significado: Forma que trata de eludir su materialidad para aludir a su significado.


Ya hemos visto que es el cuadrado el paradigma básico del tastir. Es el polígono más regular y simple, aquel cuya ley es más universal y elemental. Sus diversas variantes y posiciones implican un repertorio semántico importante. Así, el cuadrado girado en su centro con una revolución de 45 grados se convierte en fulgurante estrella de ocho vértices, expresando la expansión de la Forma hacia el exterior. Su molde contiguo y complementario es la contracción de la Forma, un aspa en posición diagonal.


Ortogonalidad y diagonalidad se complementan. La pareja primaria, la dualidad estructural, se segrega a partir del molde, de la matriz cuadrada. Piet Mondrian y Teo Van Doesburg están juntos en la concepción del tastir. Su hermanamiento constituye una interesante figura que, en la gnosis islámica del sufismo, recibe el nombre de "Nafs Rahmani, El Aliento de la Compasión".[2]

2 Comments:

At 7:28 p. m., Blogger Mrzina said...

Hola, acabo de encontrar ese blog. Esta todavia activo? Estoy buscando material para mi trabajo y me gustaria mucho ponerme en contacto.
Martina.

 
At 10:30 a. m., Blogger Luis Miguel Muñoz Fragua said...

tu me dirás

 

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